lunes, 29 de marzo de 2010

Accidentada pero impresionante salida por Collserola

Segundo domingo de primavera y, encima con cambio de hora. Sueño. Una hora dormida menos en el cuerpo y secuelas de resaca en algunos de los beteteros florideños. Algunos ni se presentaron. Que quede claro que pasamos lista y ya teneis una cruz los que no hicieron acto de presencia. Buscaros una buena excusa, jejejejeje...



Éramos cinco valientes: David (el guía), Martí (el máquina), Pere (el crack), Tito (el capitán Fanegas) y Pedro (el bueno, el feo y el malo, táchense las dos primeras). Partimos del punto habitual de encuentro para enfilar el castillo de Can Taió y la loma que nos llevó hasta el polígono de can Salvatella y después a Ripollet. Cruzamos el río Ripoll por una pasarela peatonal para llegar a Cerdanyola del Vallès y dejando el antiguo Dragón Rojo a la derecha nos dirigimos a la rotonda de la plaza del Estatut y de allí a la entrada del Parc de Collserola.

A partir de ahí, todo hacia arriba, hacia arriba, hacia arriba y hacia el más allà (pasamos cerca del cementerio, todo sea nicho, digo... dicho). Y tras sudar un poco la cansalada (parecía que el sol quería salir pero no podía, no podía, no podía...) llegamos a la entrada de la mítica ruta Matamachos. ¡Dios, solo apta para superhombres! David, Pere y Martí la tentaron, mientras Tito y Pedro se los miraban entre risas desde abajo. La veteranía es un grado. Al final, los tres valientes recularon y los cinco tomamos dirección a Torre Baró, donde David nos encolomó en un garito llamado El Cordero y dimos cumplica cuenta de tres torradas con butifarra, una de queso y unos huevos con beicon. Todo regado con vino peleón, gaseosa, una pepsi, una estrella y cinco carajillos de Bayleis.

A partir de ahí: el retorno. Tomamos una sendero salvaje plagado de árboles caídos por la nevada de principios de marzo. Baja de la bici, repta bajo las ramas, arrastra la bici, vuelve a subir, pedalea 20 metros, vuelve a bajar... y así durante un buen rato. Un rato que Pedro aprovecho para caerse dos veces y hacerse tres bonitos moratones en el muslo derecho y Tito para rozar un tronco y hacerle una muesca al casco. Por poco se deja la coronilla en los restos de un pino.

Ya en el descenso por la pista ancha de regreso a Collserola sufrimos el peor percance. El maillot de la Cruz Roja (premio al mejor ostión), que hasta entonces ostentaba ufano el colega Pedrete, le fue arrebatado con grandes méritos por David. La versión oficial habla de que se le cruzó por el camino un jabalí y perdió el control de la bici para darse la ostia de la jornada. La madre de todas las ostias. La versión extraoficial difiere un poco... pero mejor se lo preguntáis a él y que os enseñe las raspaduras que le quedaron en ambas piernas. Nada serio que no se pueda desinfectar con un poco de alcohol o en su defecto con orujo de 96 grados.

Y después, cada uno para su casa tras volver por Cerdanyola, Masrampinyo y La Llagosta. La semana que viene: descanso. Yo me voy de costalero a las procesiones de La Puebla de Híjar (Teruel), donde junto a mi cuñao Raúl vamos a sacar el paso de la caja de quintos de San Miguel.

Nos vemos, colegas. ¡Salud, pedales y buenas vacaciones!

1 comentario:

Juli de Fuet dijo...

El pròxim dia hauriem de tornar a collserola, va ser una sortida magnífica, bosc, vegetació i vistes impresionants.

O provar la mítica sortida al castell de guanta per la via dura.