domingo, 20 de febrero de 2011

¿Dónde está la vaporeta?

La buscamos en Ripollet, en Cerdanyola, en Collserola, en Torre Baró, en Montcada, en La Llagosta y en el bar de Ramón. No hubo suerte. La vaporeta no aparecía. Menos mal que al final la encontramos gracias a Alfonso... ¡Está en el baúl del fondo! De la que te salvaste este domingo, Alfonso. Menuda encerrona con la vaporeta... jejejejeje... chuchuá, chuchuá...

Ocho beteteros nos dimos cita en el lugar habitual y a la hora de siempre (Tito, Martí, Pere, Ramon, Alfonso, David, JordiL y Pedro). Excusaron su presencia Xavi y JordiR, pero nada supimos de Jaume y Jonatan. Sospechamos que el betetero Jonatan estuvo de guardia (vamos, vendiendo las sandías que sustrajo hace dos semanas con su fregometa, jejejeje...).




Las primeras rampas nos llevaron a Ripollet. De allí fuimos a Cerdanyola para ascender hasta Can Catà. Un fuerte aguacero nos sorprendió en mitad del ascenso, pero buscamos cobijo bajo una encina que Ramon se dedicó a agitar para que acabáramos empapados. ¿De qué sirvió buscar cobijo? De nada. Tras amainar tímidamente la lluvia, seguimos nuestro camino, pero no nos dirigimos al Foral del Vent, sino que enfilamos por el mítico puente de madera hasta Torre Baró. Parada y paisaje.








Tras coronar Torre Baró, JordiL nos engañó como a chinos y nos llevó al pico del águila. En este punto pichó una rueda Pedro. Gracias a la cámara de repuesto que llevaba Alfonso y a la mancha de Pere, se pudo seguir con la ruta tras una más que encendida discusión sobre cómo cambiar la cámara. Al estilo La Pobla o al estilo Yo lo hago siempre así. No hubo acuerdo. Mientras, Alfonso reclamaba insistentemente que la cámara valía 26 euros... ¡Ladrón, ni que fuera una de las que usa Alberto Contador!

Quien demostró que rebosa clembuterol por todos los poros de su cuerpo fue Ramon. Otras veces rezuma olor a allioli, a gazpacho o a colonia pachuli, pero esta vez demostró estar en buena forma. Este tío se dopa, fijo.

Poco antes de las 11 de la mañana, nos paramos a almorzar en pleno parque de Collserola, junto a una fuente que no brotaba.





Después de almorzar, nos dirigimos a Can Catà. Sin embargo, por enésima vez nos persiguió la maldición de las mesas romanas y tampoco las vimos. Tito tenía que asar calçots, así que tomó las de Villadiego y ya no le vimos el pelo. El resto tomamos la ruta de Ripollet - Montcada - Masrampinyo - La Llagosta para ir al Bar del Ramón y tomarnos una más que merecida cervecita. Allí nos dimos cuenta de que necesitamos a Ruper después de quitarnos los cascos (bromas a parte de lo que parecen las marcas que se nos hacen en el pelo...).



Al final nos quedó una salida guapa de unos 37 kilómetros pero con un perfil de no mucha altura. Aquí os dejo dos imágenes: una con la ruta que seguimos y otra que incluye el perfil de la jornada.

¡Salud y pedales!

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